PEQUEÑAS VANIDADES

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¿POR QUÉ ALTERAR O EXAGERAR LAS DOTES NATURALES?

Una de nuestras amables lectoras nos envía, bajo este epígrafe, una especie de sátira de costumbres, de la que extractamos los siguientes pasajes:

«Muchas personas que poseen una bonita dentadura contraen la costumbre de tener constantemente los labios entreabiertos, lo que comunica á sus fisionomías un perpétuo aire sonriente, hasta en aquellas circunstancias en que deberían revelar una impresion [sic] de gravedad ó de tristeza. Otras, cuyas manos son pequeñas, de afilados dedos y adaptadas á una muñeca de contornos suaves y delicados, á cada instante encuentran un pretexto para poner sus manos en evidencia, llevándolas á la cabeza, al rostro ó al talle. También las hay, dueñas de un pié [sic] pequeño y arqueado, que se hacen calzar lo más estrechamente posible, y soportan animosamente ese suplicio, sin dejar escapar la ocasion [sic] de atraer las miradas hácia [sic] lo que constituye el objeto de su vanidad.

Aquellas á quienes la naturaleza ha dotado de un talle esbelto y flexible se lo ciñen hasta asemejarse á avispas, y á pesar de los consejos de la higiene y el gusto, se imponen corsés y vestidos todavía más estrechos que su cintura.

«Señoras jóvenes cuyo cútis deslumbra por lo blanco y fino cometen la insigne falta de embadurnárselo con cosméticos astringentes, que concluyen por empañárselo y envejecerlas antes de tiempo. Lo más extraño es que están persuadidas de que nadie repara en su artificio, cuando la verdad es que, á pesar de todo el cuidado que ponen, nunca faltan observadores malignos, que reparan en que la señora o la señorita X "se pinta".

«No olvidemos á esas jóvenes de ojos hermosísimos, que gustan de levantarlos al cielo con frecuencia para imprimir á su fisionomía un sello meditabundo y melancólico o una expresion [sic] de languidez.

« Pudiéramos hacer muchas citas de la misma especie.

«¿Por qué exagerar las dotes naturales? ¿Por qué exponerse gratuitamente al ridículo? Es incontestable que hay personas que se hacen esclavas de una belleza física, y que la preocupacion [sic] de hacerla admirar de todo el mundo viene á convertirse para ellas en una ocupacion séria [sic]. El espíritu, constantemente dirigido á espiar las ocasiones de lucir una cualidad fútil, pero de sensacion [sic], se aparta de las otras cualidades más sólidas, aunque ménos [sic] brillantes. Cuando la edad viene á alterar ese género de belleza de que se hacía tanto alarde, la persona que así ha perdido el tiempo no tarda en apercibirse de que ha empleado en prepararse disgustos gran número de instantes de su vida.

« Toppfer clasifica la vanidad como como la más mezquina de las pasiones. La Rochefoucauld la trata más duramente todavía, pues dice que si no concluye con todas las virtudes, por lo ménos [sic] las ataca en sus cimientos. Por último, Mme. Sofía Gay, notable escritora moralista, asegura que la vanidad oscurece todas las dotes morales»

Felicitaciones á la apreciable suscritora por sus discretas observaciones.



X.






Texto tomado de: La Moda Elegante, Periódico de las Familias N.14 (1885)